El 2 de diciembre 2012, se llevó a cabo una protesta organizada por extranjeros que residen en São Paulo para exigir acceso total a los derechos básicos tales como salud, seguridad y trabajo digno. La VI Marcha de los Inmigrantes salió de Praça da República en el centro de la ciudad y pasó frente al Concejo Municipal de San Pablo, donde los organizadores se detuvieron por varios minutos para dar discursos.

La mayoría de los manifestantes eran de orígenes latinoamericanos y africanos, y viven en la ciudad y luchan para obtener los mismos derechos que los ciudadanos nacidos en Brasil. Son hombres, mujeres y niños que huyeron de la pobreza e inseguridad de sus países de origen y que esperan encontrar un nuevo hogar en Brasil.

Sin embargo, este sueño se convierte con frecuencia en una pesadilla y estas personas se encuentran enfrentándose a problemas para los cuales les es difícil conseguir acceso pleno a la justicia debido a su condición de extranjeros, en especial cuando se encuentran en situación de ilegales. Algunas de estas personas, en especial los bolivianos, terminan cayendo en redes que explotan a obreros extranjeros ilegales, y los hacen trabajar en condiciones de esclavitud: horarios de trabajo abusivos, sueldos por debajo del mínimo legal, faltas en las normas básicas de seguridad e higiene y viviendas atiborradas.

El blog Pandora da una buena descripción de la silenciosa y violenta situación que viven muchos extranjeros:

En la gran mayoría de los distritos de São Paulo, es muy dificil encontrar inmigrantes bolivianos y, sin embargo, cada día que pasa, sigue aumentando en la ciudad, casi en secreto, el número de gente con rasgos indígenas y un español más lento que lo habitual. Esta situación ocurre porque, generalmente, estos inmigrantes se encuentran en los distritos céntricos de la ciudad, principalmente donde la ropa es más barata, encerrados en fábricas con condiciones de trabajo peligrosas o vendiendo artesanías en los mercados. Esta es la situación de más de 200.000 bolivianos, inmigrantes tanto legales como ilegales, que viven en la ciudad de São Paulo.

A pesar de que Brasil es un país que fue construido con la fuerza de los inmigrantes, la última gran ola de extranjeros que se asentaron en el país lo hizo a principios del siglo XX. Desde entonces, las numerosas sacudidas económicas provocaron que el proceso se revirtiera y Brasil se convirtió en un país de emigrantes. Esta situación llevó a los políticos brasileños a dejar de lado la tarea de actualizar la legislación relacionada con la inmigración, que data de la época de la dictadura, lo que entorpeció la implementación de un acuerdo para permitir el libre movimiento de personas y mercadería entre los Estados miembros del MERCOSUR, tal como el Acuerdo de Schengen en la Unión Europea.

Al respecto, el sitio web O Estrangeiro (El Extranjero) volvió a publicar una reveladora entrevista con el coordinador del Centro de Derechos Humanos y Ciudadanía del Inmigrante (CEDIC), Paulo Illes:

En Brasil, específicamente, el Estatuto del Extranjeros es extremadamente discriminatorio, principalmente porque es producto de los “años de plomo”, (el período de más represión [en] de la dictadura militar de Brasil[en]), cuando los extranjeros eran tratados como una amenaza a la seguridad nacional, y en ese marco legal arcaico, caracterizado por el autoritarismo y la falta de democracia, toda la responsabilidad del tratamiento hacia los inmigrantes recayó en la Policía Federal.

El énfasis que ponen los gobiernos del bloque sudamericano a los factores económicos en perjuicio de los derechos civiles muestra un lado poco discutido del MERCOSUR, que en realidad es más una unión aduanera que política. Brasil, por ejemplo, teme que, una vez que sus fronteras estén totalmente abiertas a sus compañeros de bloque, un enorme número de ciudadanos de los países más pobres entre a su territorio y sobrecargue sus instituciones y economía.

Pero eso no es todo. Al gobierno brasileño también le preocupa que la creación de un sistema de libre movimiento de personas y mercancías pueda exponer al país a riesgos de seguridad que todavía no se siente listo para enfrentar. Un ejemplo es la posible llegada de delincuentes que pueden aprovecharse de las leyes de migración más flexibles de los países vecinos para instalarse en Brasil.

El caso de Bolivia es aun más complicado, ya que está asociado al MERCOSUR pero no es un Estado miembro, y su frontera es considerada una ruta importante para los traficantes de drogas. Una vez dentro de Brasil, estos nuevos “inmigrantes” encontrarían un enorme mercado para sus productos, sin mencionar que podrían usar los puertos y aeropuertos brasileños como plataformas para la exportación de drogas a Europa y los Estados Unidos.

El camino que debe tomar Brasil para establecerse como un Estado de justicia social es todavía largo pero inevitable. Si el país quiere mantener la paz en sus ciudades y las buenas relaciones con sus vecinos, se verá obligado a pensar en la inmigración y respetar las identidades de los emigrantes que ingresaron al país legalmente. Al mismo tiempo, es fundamental que mantenga un control estricto sobre quién entra al país: ser un país justo y abierto a los inmigrantes no significa albergar criminales.

Las protestas tales como la Marcha de los Inmigrantes muestran un paso en la dirección correcta: hacerse conocidos entre los brasileños nacidos en ese país, mostrar sus caras, sus acentos, dónde y cómo viven, las condiciones laborales y las asociaciones de inmigrantes que se hacen cada vez más fuertes para exigir sus derechos con respecto a la ley y, finalmente, promover la concienciación, algo que Roque Patusso, coordinador del Centro de Apoyo al Inmigrante (CAMI), señala en una entrevista publicada en el blog Bolivia Cultural:

Uno de los avances más significativos logrados es una conciencia más crítica del propio inmigrante, de que él es la persona capaz de cambiar las cosas. Lo que vemos es un aumento en el número de personas en la marcha y también una conciencia más grande entre estas personas con respecto a sus derechos. Ese es el objetivo de la marcha: crear conciencia.

Richard de Araújo

(Global Voices – 19/12/2012)