El color violeta del humo que trágicamente anunció el incendio de la fábrica textil Triangle Shirtwaist de Nueva York en marzo de 1911 – donde murieron más de 140 mujeres, sobre todo migrantes, que reclamaban por mejores condiciones de trabajo – se tornó el símbolo que desde entonces adoptaron los feminismos en todo el mundo.

Sin embargo, los hitos que marcaron el 8 de marzo como Día de la Mujer se dieron algunos años antes: el 8 de marzo de 1875, trabajadoras textiles se manifestaron para exigir igualdad salarial y fueron brutalmente reprimidas y asesinadas. En la Primera Internacional Socialista de Mujeres, realizada en 1910, se definió el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, para luchar por la igualdad salarial y el sufragio femenino. Con el pasar de los años y la diversificación de los movimientos feministas, las demandas se complejizaron, y cada 8 de marzo banderas, carteles, bengalas y pañuelos continúan tiñendo de violeta calles y plazas alrededor del mundo.

En São Paulo, el pasado miércoles 8 de marzo, aproximadamente 10 mil personas marcharon por la avenida Paulista bajo la consigna “Mujeres en lucha por democracia y derechos”. Como cada año, el Frente de Mujeres Inmigrantes, Refugiadas y Apátridas (FMMiRA) participó de la marcha, visibilizando pautas específicas. Conversamos con algunas integrantes del Frente sobre la importancia de esta fecha, sus demandas y la articulación que conforman.

Imagem: Tatiana Waldamn

El FMMiRA es un conjunto de colectivos de mujeres migrantes de la ciudad de São Paulo que se organiza en torno a necesidades específicas de las migrantes en la ciudad. Jobana, del Equipo de Base Warmis – Convergencia de las Culturas, destacó la importancia de construir este tipo de espacio de articulación para reivindicar pautas que no siempre fueron tomadas en cuenta por los feminismos:

Es importante primero, porque el FMMiRA es una articulación de colectivos de organizaciones de mujeres migrantes y muestra una fuerza y una presencia política de ocupar un espacio que muchas veces nos es negado. Incluso, dentro del feminismo pocas veces se habla de las mujeres migrantes. Ahora un poco más que antes porque hemos ido ocupando ese espacio con el Frente y no como colectivos sueltos. Y creo que eso es lo importante, que esta articulación ya ha durado algunos años, ha pasado la pandemia… En este 8 de marzo se han vuelto a reanudar esos tejidos, ¿no? Entonces, en ese sentido, creo que es muy interesante ver que colectivos diversos de mujeres se pueden articular con una causa común que es ocupar un espacio público y reivindicar nuestras pautas como la Regularización Ya, derechos políticos, acceso a los derechos sociales y demás (Jobana, boliviana).

Reivindicaciones específicas, como el derecho al voto, la existencia de políticas públicas direccionadas para mujeres migrantes y el fin de la violencia xenofóbica y racista son algunos de los puntos fundamentales, como comenta Paulina:

La principal demanda es la igualdad de derechos, quiero poder votar en el país en el que vivo, pero además exigir políticas más inclusivas en todos los ámbitos migratorios, específicamente los relacionados con la visibilidad y respeto de los derechos de las mujeres migrantes ya que […] se continúa perpetuando un trato abusivo basado en raza, género, estatus socioeconómico, origen etc, que es sistemáticamente normalizado y que afecta directamente en el desarrollo y bienestar de nuestras vidas (Paulina, mexicana).

En ese sentido, el reconocimiento y visibilización de la interseccionalidad, no solo dentro de los feminismos, sino también dentro del propio FMMiRA es primordial, como explica Keyllen:

La importancia para mí, como mujer inmigrante y como integrante de la Red Milbi, en la marcha del 8 de marzo todos los años es justamente traer representatividad de las mujeres en sus particularidades de condición migratoria, de orientación sexual e identidades de género, porque una de nuestras mayores riquezas es esa diversidad de las experiencias de ser mujer y de las necesidades específicas que provienen de esas diferencias que nos atraviesan […] se suman vulnerabilidades y necesidades específicas que tienen que ser escuchadas y visibilizadas, no solamente en el súper importante ámbito político, pero también en otros ámbitos, como el ámbito académico, el ámbito de la cultura y las artes y el ámbito de las políticas dentro de las empresas. Entonces marchamos para celebrar nuestra pluralidad de ser mujeres y la pluralidad de agendas (Keyllen, colombiana).

Foto: Paulina Meza

Una valiosa representación de la pluralidad, es la Whipala, símbolo que Fernanda, del colectivo Cholitas da Babilonia, desplegó durante la marcha. Ella comentó sobre la importancia de la cosmovisión andina en relación a las demandas de las mujeres indígenas e inmigrantes:

Es importante también reconocer que somos mujeres diferentes una de la otra, pero todas somos iguales también. Cuando yo llevo la Whipala enfrente como mujer indígena inmigrante, llevo la cosmovisión andina, donde independientemente nuestro género, nuestro color, nuestra política, todos somos iguales, todas somos iguales con diferentes tipos de características, con diferentes esencias. La cosmovisión andina nos habla sobre igualdad y esa igualdad es algo que necesitamos llevar siempre, porque estamos siendo oprimidas aún dentro de nuestro territorio. Somos inmigrantes en nuestros propios territorios, porque América Latina es indígena, somos indígenas y cuando nosotros migramos, migramos entre territorios, no a través fronteras, ni países, sino en territorios (Fernanda, boliviana).

La marcha del 8M también es una ocasión para visibilizar violaciones a los derechos de las mujeres en otros países y establecer conexiones con las demandas feministas de otros lugares. Así, Sandra, del Equipo de Base Warmis – Convergencia de las Culturas, se manifestó no sólo por ser “un día de resistencia, de lucha, de reivindicación por los derechos de todas las mujeres”, sino también por la preocupante situación que atraviesa Perú:

Hay una situación crítica en el Perú, una crisis política que ha empezado el 7 de
diciembre con la salida de Pedro Castillo del poder, pero que en realidad viene de
muchos años atrás. El último fin de semana viajó un grupo de hombres, mujeres,
familias quechuas y aymaras autoconvocadas hacia Lima, para reclamar la renuncia
de la presidenta y la salida de los congresistas. Entonces en Lima, muy cerca del
Palacio de Gobierno, mujeres que salieron a marchar con sus bebés en la espalda,
envueltos en el aguayo, fueron atacadas por la policía. De manera frontal y directa, la
policía disparó gases lacrimógenos en sus cuerpos, sin importarles que estaban con
sus bebés en la espalda. La presidenta no se pronunció sobre este ataque y el
Ministro de Educación, las comparó con animales, dijo: “ni los animales exponen así a
sus hijos, los animales cuidan a sus hijos, la maternidad no es nada para ellas, es
más, deben alquilar a sus hijos a otras mujeres”. Entonces yo estaba súper indignada
por el ataque frontal de la policía, agresivo violento, racista, discriminador contra
estas mujeres, por eso ayer quería salir a marchar y quería salir con ese letrero
(Sandra, peruana).

Foto: Paulina Meza

Asimismo, Paulina considera que las violencias contra las mujeres en su país de origen y en Brasil se repiten y, por lo tanto, las luchas son las mismas:

Considero que nuestra lucha es la misma cuando hablamos de violencia de género.
Basta observar las tasas de feminicidios en Brasil y México, ambos países se
encuentran en los primeros lugares del ranking mundial, lo que deja en evidencia que
falta un largo camino para alcanzar el respeto de nuestra vida y nuestros cuerpos […]
Además, en ambos casos es necesario sanar desde la raíz, desde la base de la
cadena del pensamiento, la educación, la cual considero debe ser decolonial y sin
violencia, porque la diversidad de pensamientos en todos los espacios hará que,
quizá en un futuro, esta pesadilla que mata 11 mujeres al día en México y 1 mujer
cada 6 horas en Brasil, sea una falla en el sistema y no un síntoma normal de
gobiernos patriarcales y supremacistas (Paulina, mexicana).

Si bien desde sus orígenes, el movimiento feminista se caracteriza por la internacionalización, las migrantes – en tanto personas que transponen campos afectivos, políticos y sociales en diferentes lugares simultánea y cotidianamente¹ – participan de articulaciones, movilizaciones y luchas transnacionales. Ayelén lo coloca en términos de “desdoblamiento”:

Creo que como mujer inmigrante siempre estoy, en pensamiento, en dos lugares al
mismo tiempo, aquí y allá. El 8M tiene la particularidad de ser una fecha que se
conmemora internacionalmente, por eso marchar este día me hace sentir cerca de
mis amigas/hermanas que están en mi tierra, pues sé que, a pesar de los kilómetros
que nos separan, ellas están también en la calle, como yo, en ese mismo instante y
eso me da una sensación de fortaleza inmensa. Es como que ese plano del
pensamiento desdoblado adquiere un sensación física. Pero también, y ahora
específicamente hablando del 8M en Brasil, considero que marchar por las calles
paulistas como mujer inmigrante, y junto a las compañeras con las que comparto esta
situación, significa levantar una voz colectiva, aportando a la lucha feminista local con
nuestros recorridos migrantes, al mismo tiempo que se genera un espacio
donde otras mujeres inmigrantes encuentran un lugar donde compartir esa sensación de
estar lejos, pero acompañadas, en ese día lucha tan importante (Ayelén, argentina).

Los afectos aparecen aquí como parte fundamental de las luchas políticas. La rabia organizada y la amistad se muestran como elementos articuladores de redes de resistencia. Como plantea Fernanda:

Es muy importante poder sentir rabia y poder hacer que otra mujer también reconozca
esa rabia, porque todo este tiempo hemos sido silenciadas. […] Es importante poder
hacer esa despatriarcalización, que es una lucha ancestral. Por eso, necesitamos
mujeres vivas, necesitamos mujeres fuertes, necesitamos mujeres en revueltas,
necesitamos mujeres con rabia […], necesitamos ser mujeres revolucionarias en todo
sentido, en nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro espíritu y para nuestro Buen Vivir
femenino (Fernanda, boliviana).

Para Liz, se trata de la construcción de vínculos afectivos y redes que sostienen la cotidianeidad, como brújula y apoyo para vivir en un país diferente:

Decidí marchar con el Frente porque ahí están mis amigas, y con el feminismo he
aprendido de las implicaciones políticas que se desprenden de la amistad, que en
este caso, es una amistad marcada por la migración. Mis amigas me acompañan
cuando me desborda la incerteza de un país que aún me niega mis derechos
sexuales y reproductivos. Además, me acompañan en la incomodidad que siento y
que me cuesta articular cuando tengo interacciones sexoafectivas marcadas por la
desigualdad. Ellas están ahí cuando sufro las acciones arbitrarias de las instituciones
que se encargan de regular mi residencia en este país, son ellas las que me guían
cuando no tengo mapa para andar en un territorio desconocido. Marché con el Frente
de Mujeres Migrantes porque allí estaban mis amigas y mis amigas son el soporte de
mi vida como mujer migrante (Liz, colombiana).

¹

Feldman-Bianco, B. [2015] Desarrollos de la perspectiva transnacional: migración, ciudad y economía política. Alteridades, Ciudad de México: 25 (50): 13-26.